Porqué escribo...

En este analizar el devenir de la vida, coincidiremos en que la felicidad no aparece precisamente en los instantes de triunfo, pues el reconocimiento y las alegrías suelen ser tan efímeros como inconformistas y siempre pretenderemos más.

Nuestro instinto como humanos al fin nos exige una superación continua, simplemente porque lo llevamos codificado en los genes. Observaremos que en realidad lo que nos hizo disfrutar fue precisamente la voluntad para alcanzar el éxito y no el momento de triunfo en sí.

El esfuerzo y el sacrificio para llegar a la meta nunca son frugales en cansancio, dolor, temor y muchas otras sensaciones negativas, que forman parte de una desdicha temporal necesaria para saborear el resultado, pues lo que no cuesta nada tampoco guarda valor.

Nuestro archivo mental transforma siempre el resultado en niveles de felicidad acorde al esfuerzo que supuso lograrlo y esa es mi función vital. Seguir transitando el mundo de la letra y la palabra con la alegría o la pena que el destinatario en su aceptación o no me depare, aún sabiendo que andar escribiéndole a muchos para que me entienda alguno pueda resultar vano.

Así me lo pidieron los amigos que al final, fueron los únicos responsables de todas mis alegrías. Yo asumo la culpa de los errores y no reniego; después de todo, es mi vida…